martes, 30 de octubre de 2018


Ayer me llamó por teléfono un poeta que admiro. Hablamos mucho y nos contamos cosas que no se cuentan a cualquiera.  Al final, me leyó un poema terriblemente hermoso como si le fuera ajeno, como quien lee una mano o un destino. Una vez  más la sencillez confirma al maestro.


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