lunes, 3 de julio de 2017

Texto leído el 1 de julio en la celebración de "30 años de Éxodos y trenes"


A 30 AÑOS DE “ÉXODOS Y TRENES” DE CARLOS BARBARITO
(UNA RETROSPECTIVA 1978-1985)

Estar hablando hoy, de los 30 años de la publicación de “Éxodos y trenes” de Carlos Barbarito, ya nos aporta un dato sobre el libro: su actualidad, su vigencia que nos interpela y nos junta.
Por algo surge esta celebración.
Este libro, publicado en 1987 por la editorial Último Reino, reúne 20 poemas breves escritos por Barbarito entre 1978 y 1985. Es decir, entre sus 23 y 30 años.
Pareciera como si este libro fuese el anticipo de todo lo que iba a venir. “Ah, querido Cavalcanti, tiene que haber un puerta,/ un secreto/una llave”, dice en el poema Mal de piedra.
Esa certeza sobre la existencia de algo superior al trajín cotidiano, va en paralelo con todos los interrogantes y súplicas que se despliegan a lo largo del libro: “Adónde ir, cómo saber entre tanta máquina, entre tanta música confusa” (dice), “¿Por qué me dejaron solo?/ ¿Por qué estoy tan lejos, tan alto?” (pregunta), “Por favor, ponme una máscara” (suplica) y afirma “tengo miedo”.

Dice el poeta en LA NAVE DE LOS LOCOS

Esa mujer que amasa el pan y no lo come.
Ese niño ciego que pregunta por las estrellas.
Esos que no se abrazan por temor a Dios, a romperse.
Ese silencio, tan atroz.
El dolor.
La demencia.
Sin embargo me pongo el saco, y salgo.
Sin embargo trabajo por un sueldo, y me callo, y me someto.

Barbarito, nos pone frente a lo que no queremos ver. Y eso es tal vez uno de los mayores aciertos del libro:
“Es tan terrible haber amado tanto
y tener que resignarse a vivir entre deshechos y fantasmas”, dice en el poema que se titula “Es tan terrible llamarse Carlos”.
El poeta se vuelve sobre sí mismo para mostrar el hueso. Y es que lo vulnerable del hombre se presenta aquí como un tesoro. ¿Es que hay, acaso, algo más luminoso y más trágico que lo frágil, que lo que no se sostiene, lo que irrumpe en un instante y requiere de toda nuestra atención para ser visto u oído y está destinado a desaparecer?
La respuesta parece estar en el primer poema, cuando dice: “Abraza a quien un día entregó su vasto corazón a la lluvia/ y se quedó para siempre en las aguas del zafiro/ dile que yo también me he unido al vuelo de las golondrinas/ y traigo en mi sangre la luz de los abedules y el oro rojo de los arces,/ para que cuando llegue la más terrible de las horas/y en mí todo sea cernido y disuelto,/ ante los ojos de mis ojos permanezca intacta la Belleza”
Los 20 poemas están acompañados por 4 ilustraciones bellísimas de Rafael Landea, que también realizó el dibujo de tapa.
La ternura, el miedo, la esperanza, un recorrido de preguntas y determinadas certezas configuran una voz poética compleja pero cercana al lector. Es el poeta de la observación, de la contemplación del mundo que lo rodea. Es el poeta de los interrogantes que nos incumben a todos. No obstante, su voz se presenta como una voz más entre las voces. No sentencia, canta. No oculta, muestra su desconcierto. El poeta sabe, pero dice como si no supiera para que el lector complete la pregunta o intente una respuesta. Construye un artificio, un engranaje perfecto, una locomotora de tren, una partida, una llegada, y en el medio, la tensión de la espera.
Este libro, que hace 30 años obtuvo el premio del concurso del régimen de fomento a la producción literaria nacional y estímulo a la industria editorial otorgado por el Fondo Nacional de las Artes, fue escrito por “alguien que busca adverbios y luciérnagas para no morir de frío en la penumbra”, nos reúne, nos vuelve a juntar alrededor de la poesía. Porque acaso no haya otro fuego más verdadero.




Valeria Pariso
Muñiz, invierno 2017.

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