sábado, 4 de febrero de 2017


Anoche soñé que caminaba por un desierto. Después de horas de cansancio, Marta Cwielong aparecía y me ofrecía agua de naranjas. El vaso estaba empañado de tan frío. Estaba rica como el agua de naranjas que tomé por primera vez en la casa de Graciela Perosio. Cuando terminé de tomar, creció un árbol. Ahora podés sentarte un rato bajo la sombra, me dijo Marta. Y se fue caminando con el vaso vacío, hermosa como siempre. Lo escribo para no olvidar, como diría Graciela Cros, que "tener amigos poetas salva el día". Y los sueños también.


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