martes, 23 de mayo de 2017


Que alguien me hable del sueño sostenido en los brazos de la fiebre. Que me hable de caminar con el peso de un millón de piedras calizas para construir la casa en el desierto.  Que alguien me cante una canción de noche, la niña sigue viva. Que alguien me enseñe dónde está el guiño de Dios. Que alguien me diga que hay Dios. Que el sol me haga poner la mano sobre los ojos para ver las gotas que quedan después de la tristeza, sobre el pasto. 


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